eligiendo equipo

En la mesa que estaba a la izquierda de la mía un tipo que no había llegado a los cuarenta se quejaba a un amigo que le escuchaba pacientemente.

Decía cosas como "y de repente éramos extraños otra vez" o "ya nadie me escribe diciendo ·no consigo olvidarte·"

Y venga a darle vueltas una y otra vez a su pérdida.

A la derecha, en una mesa ocupada por dos treintañeras, la que llevaba la voz cantante decía una cosa parecida a ""los límites, como los miedos, a menudo son una ilusión". Y luego lo que más me gustó; "si vives para conseguir la aceptación de los otros su opinión frenará tu iniciativa".

Le di otro sorbito a mi Tennessee honey y centré mi atención en la música. La tarde iba pasando de forma enriquecedora. 

Pero yo me apuntaba al equipo de la treintañera. 

Lo que se acaba, se acaba. Mejor no regalarle tiempo que no conduce a ningún lado y que parece más útil dedicarlo a edificar algo nuevo y gozoso. 

Y ya sabemos todos que no hay peores límites que los que nos auto imponemos y que lo que piensan esas gentes que viven otras vidas muchas veces acota nuestras posibilidades de acercarnos a lo que deseamos.

Miré las paredes, sonreí; las imágenes parecían estar llenas de personas pertenecientes a mi equipo.