un día en la vida

 

Me he levantado temprano ("mi" temprano, que el normal es pecado mortal en mi religión).

En la tele hablaban de tipos de mi edad que iban a escalar un 4.000.

Y yo que me doy por satisfecho con mantener el equilibrio cuando meto la pierna por uno de mis calzoncillos.

Pongo los cereales en un recipiente y cuando echo la leche me doy cuenta que el recipiente elegido es un colador. ¡Qué duros son los madrugones!

En el trabajo mi compañero de despacho me desespera. Se debe notar porque en la pausa-café una de las secretarias me dice que se me ve tenso con él. "Es que si le ponen su cerebro a un pájaro seguro que vuela marcha atrás" le contesto.

Entro en el Hope. Hay un cuadro en la pared, le digo a mi amigo: "Si no tuviera algunas almas caritativas que cada cierto tiempo vienen a "colocarme" las cosas de casa, yo podría ser perfectamente ese tipo y ese uno de mis cuadros".

El me comenta "Pues siempre se te ve feliz. ¿Hay algo que te desesperaría?" 

"Ir corriendo a toda velocidad con una erección de caballo, chocar con una pared y que lo que se me rompiera fuera la nariz". Dije.

"Me tienes que explicar que te mantiene en felicidad continuada" insistió.

Vale, pero otro día que a esta hora viene cada día una amiga a casa y ensayamos saltos arriesgados.