Después de comprar el periódico (Si, a veces lo leo en papel), me fui al local de siempre, el del suelo de madera, mesas amplias y luz suficiente. Al entrar la vi, estaba sola, con una taza de café que rodeaba con las manos, ella levantó la vista y fijó sus ojos en mi.
Algo más; no solo me miró, me vió. Esbocé una ligera sonrisa, le hice un gesto ligero con la cabeza, me senté en la mesa de la ventana, frente al luminoso cuadro de Xin Pan, pedí mi droga diaria y me puse a leer.
Pero una idea se había quedado, traviesa, bailando por mi cabeza. Idea que evitaba la concentración en las letras negras del diario, idea que saltaba para recoger toda mi atención. Repetía "Te ha invitado, te ha invitado, te ha invitado...."
No me atrevía a acercarme, ¡¡con que derecho!! Seguro que la molestaba, seguro que iba a pensar de mi que era un baboso, o peor un acosador. El miedo me paralizaba, pero mi deseo era intentar.
¿Había mirado en mi dirección? Me pareció ver un ligero movimiento en sus labios, como el inicio de una sonrisa que no llegó a concretarse.
Sonaba suavemente la música en los altavoces del establecimiento, Lucinda Williams decía "...Tome lo mejor de lo que me diste, hice lo máximo que me dejaste".
Ella movía los labios repitiendo las palabras sin sonido.
Me levanté, me acerqué despacio, sin apartar mi mirada de sus ojos, ahora fijos en los míos, coloque mis dos manos en su mesa y bajito (con la boca seca) dije "Me gustaría sentarme un rato contigo.¿Molesto?"
Algo más; no solo me miró, me vió. Esbocé una ligera sonrisa, le hice un gesto ligero con la cabeza, me senté en la mesa de la ventana, frente al luminoso cuadro de Xin Pan, pedí mi droga diaria y me puse a leer.
Pero una idea se había quedado, traviesa, bailando por mi cabeza. Idea que evitaba la concentración en las letras negras del diario, idea que saltaba para recoger toda mi atención. Repetía "Te ha invitado, te ha invitado, te ha invitado...."
No me atrevía a acercarme, ¡¡con que derecho!! Seguro que la molestaba, seguro que iba a pensar de mi que era un baboso, o peor un acosador. El miedo me paralizaba, pero mi deseo era intentar.
¿Había mirado en mi dirección? Me pareció ver un ligero movimiento en sus labios, como el inicio de una sonrisa que no llegó a concretarse.
Sonaba suavemente la música en los altavoces del establecimiento, Lucinda Williams decía "...Tome lo mejor de lo que me diste, hice lo máximo que me dejaste".
Ella movía los labios repitiendo las palabras sin sonido.
Me levanté, me acerqué despacio, sin apartar mi mirada de sus ojos, ahora fijos en los míos, coloque mis dos manos en su mesa y bajito (con la boca seca) dije "Me gustaría sentarme un rato contigo.¿Molesto?"
Ese cuadro, que me encanta, ya te lo he dicho más de una vez, es el inicio de mil historias posibles, y esta de hoy, me gusta. Seguro que no molestas.
ResponderEliminarEl segundo cuadro no lo conocía y me gusta la expresión de sus ojos.
Carmela: Es la fuerza de Hopper, sus cuadros sugieren historias. Si hiciera un cuento cada seis meses de este cuadro me saldrían historias diferentes.
EliminarYa te recuerdo que mi blog no es espejo de mi vida, no me suele pasar lo que a mis protas.
Es mi pintora china preferida.
Me gustan las personas que se atreven… será que más de una vez me hubiese gustado estar en uno u otro lado…
ResponderEliminarBesos de domingo.
AlmaBaires: Las personas que se atreven son las que aprovechan la vida a full.
EliminarAunque no siempre se tenga el éxito buscado, se despejan las dudas del "¿y si...?"
Quien sabe... A lo mejor...
ResponderEliminarErik: Esas es la idea
EliminarQué bonita!!! Me encanta que al final se atreviera, que tierno me ha resultado el protagonista con su pequeña inquietud y qué hermosura el baile de miradas...
ResponderEliminarEs una entrada preciosa querido Guille :)
Lua: Es recomendable atreverse.
EliminarY es recomendable saber que no siempre se tendrá éxito. Que la otra parte de la ecuación también tiene derecho de voto.