Erase que se era una mañana de domingo. Me planté en el Hope para mi café latte con canela de la mañana.
En los altavoces una calmada Lucinda cantaba "Satisfied Mind".
En la mesa a mi derecha un tipo le contaba a su amigo una anécdota, en la mesa a mi izquierda Pito leía.
"Vino un inspector de hacienda a mi granja. Quería saber si teníamos cosechas de "cosas" prohibidas. OK le dije, pero no vaya al campo grande detrás de la cuadra...No me dejo acabar, puso ante mi cara una papel gritando que era una orden del juez que le permitía entrar donde quisiera. OK dije, y me fui al interior de la casa. A los dos minutos oí las peticiones de socorro a gritos de inspector. Salí al porche, vi al inspector corriendo despavorido huyendo de mi gigantesco toro bravo. Enséñale la orden, enséñale la orden le grite".
Todo el grupo se carcajeo a juego con la rubia de la foto que tenían encima.
Entraron un par de adolescentes y se dirigieron a Pito. "Tenemos otro trabajo de encuesta" le dijeron (es conocido en todo el mundo mundial que las chicas del colegio cercano adoran las respuestas de Pito a sus trabajos...aunque la mayoría de las veces -no todas- la dirección acababa por llamar a sus padres).
"Venga" dijo Pito dejando de leer.
"Define tu nivel de pereza en tres palabras".
"¡¡Tantas!!".
Ellas y él se rieron.
La rubia que estaba en la foto justo encima reía a juego y levantaba el dedo como apuntándose a la contestación.
Con ese bareto, no van las restricciones. ¿No?
ResponderEliminarErik: Tendremos que suponer que las historias del Hope ocurren antes de cerrar los locales.
EliminarCogeré la sana costumbre de dejar que termine de hablar mi interlocutor...
ResponderEliminarjajajaja
Alicia: Buena costumbre. pero... Se por experiencia vivida que quienes no lo hacen, no dejan de hacerlo nunca.
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