En el exterior se mantenían las temperaturas inusualmente bajas.
Dentro del centro comercial -con sus paredes adornadas de fotos de mujeres mirando- el tipo sentado en la tienda de ropa de mujer pensaba en lo que llegaban a parecerse estos locales aunque cambiara de ciudad o país.
Otros niños jugaban y su actividad era para ellos lo único que en ese momento importaba en el mundo.
Otros adolescentes paseaban manteniendo posturas de una seguridad en sí mismos que estaban lejos de tener. Con imagen y vestuario que les permitían pensar que pertenecían a un grupo. Sintiéndose diferentes siendo clones. Paseaban aparentando lo que no eran. Pero si eran lo que aparentaban.
Otras señoras tomaban el café tranquilamente, hablando entre ellas, con el carrito -ya lleno- aparcado junto a ellas.
Otros singles compraban en la zona de alimentación exquisiteces e innecesidades, siempre con cara de entendidos. Ellos estaban descubriendo el mundo. Ellos sí sabían.
Otros ancianos, sentados lejos del frío de la calle, arreglaban el mundo, ya que no les dejaban arreglar sus casas.
Y él, sentado. Mirando lo que pasa a su alrededor. Vestido con una sonrisa calma, Satisfecho de a dónde había llegado al atreverse a encarar el desvió de una ruta que llevaba a una vida sin vida.
Miró a las paredes ¿le querían decir algo esas miradas?
Ella salió del probador, dió dos pasos hacía él, un giro tipo modelo de pasarela, sonrió y dijo “¿Y este que tal?”
“Como los otros siete” contestó “vestido precioso, modelo muy preciosa”.
Ella sonrió “Creo que me comprare el primero”
“Como siempre”
“Me gusta modelear para ti”
“Me encanta que modelees para mi”
Ella regresó al probador.
El tipo pensó que le gustaba jugar a vivir.
Sabiendo que había encontrado la ruta que le acercaba a dónde habitaban sus sueños.