El tenía delante suyo varios folios en blanco y dos bolígrafos.
Ella un té rojo.
El dijo “debería escribir pero no se qué”.
Ella cogió uno de los bolis y escribió una lista:
capullo
merodear
hace unos días
ducha
normal
saber
El miraba como escribía.
Ella le pasó la hoja y se fue a leer a la hamaca del jardín.
El fue a la cocina y se preparó un café con leche en el microondas.
Ella leía “Demasiada felicidad” de la Munro, y de vez en cuando observaba lo que él hacía.
El miraba fijamente la lista.
Ella acabó uno de los cuentos y miró hacia él.
El seguía con la vista fija en el folio. El café sin tocar.
Ella acabó otro de los cuentos y volvió a curiosearle.
El escribía sin parar.
Ella cerró el libro y volvió al salón.
El bebía su café con leche.
Ella cogió el folio escrito -sin tachaduras ni correcciones- y leyó:
“Solo se que hace unos días ni te conocía y ahora consigues que sea normal que te cuente alguno de los detalles más íntimos y secretos. ¿Cómo hemos acabado hablando de faldas cortas, piernas abiertas y bragas?¿Cómo me has llevado hasta ahí? Se que me gusta mientras estoy trasteando por casa saber que te puedo encontrar en el ordenador, disponible. Por mi parte te merodearé entre tarea y tarea, para ver que has escrito. También se que me gusta intentar adivinar que querrás saber de mi que aún no sepas. He pensado en ti mientras me enjabonaba en la ducha, pensé lo que te gustaría verme. Y no digas que mi sonrisa, tampoco que en la cama, que ahí todavía no me has visto. Si, me he dado cuenta de lo que acabo de escribir. Capullo.
El esperaba curioso.
Ella levantó la vista y sonrió.