No es una de mis costumbres ir a las cenas del trabajo, pero como no tengo demasiadas costumbres y una es justamente que me encanta romper costumbres, esta vez fui para mantener mi rompedora costumbre.
La verdad es que no iba mal.
Fui a pedir a la barra.
Una china allí apalancada me dijo una gracia: "El mundo no debe estar tan mal cuando permite que tu y yo estemos en el mismo sitio en el mismo momento".
La verdad es que era una gracia graciosa y merecía contestación: "No es el mundo, es cosa del azar".
"¿Y que vamos a hacer con este azar?" preguntó.
"¿Tienes alguna propuesta?"
"Ir a mi casa". Dijo con cara traviesa y ojos brillantes.
"¿Y me lo dices así, de golpe, sin anestesia?"
"Es que tengo el pálpito que saldrá bien".
"¿El pálpito?, ¿ya?
Sonreímos.
Ocurrieron dos cosas; una que los compis se cabrearon porque me fuí con la china y dos que el pálpito de Lei-Lei (ahora ya la llamo por su nombre) salió bien. En realidad salió bien varias veces, cerca de mi récord.
Ahora bebo agua en su cocina, ella remolonea en la cama que hemos dejado bien deshecha.
Me habla desde la otra habitación "Lucy, ¿desayunamos o vuelves un rato o dos a la cama?"
Todos los que me conocen saben que no me gusta desayunar temprano y que mantengo que batir un récord nunca se debe rechazar.