Salí de un Hope bastante vacío un poco eufórico por las ¿dos? copas de un excelente riesling alemán. Bueno, quizá a partir de la cuarta deje de contar. Casi puedo asegurar que había dos imágenes de esas que parecen que enseñan, pero no. La una por esa manía de censurar, la otra por la habilidad en el uso del sombrero.
Nunca voy en bus si puedo elegir. No por los olores (que también), no por los apretones (que también), es que no me gusta nada esperar.
Hoy he tenido que ir en bus. Las ¿cinco? copas aconsejaban no conducir.
Y las orejas se me llenaron de palabras.
Sentados delante mío dos críos en la primera adolescencia. El del pelo cortado como si lo hubiera hecho su peor enemigo preguntaba: "En Kenia, en la cabalgata de reyes ¿pintan a dos de blanco?” (aguante sin reírme)
A mi derecha una joven compartía confidencias con su amiga; "Si esta bien, pero es tan cumplido. Lo conozco desde pequeño y de niño saludaba a cada vuelta del tiovivo." (sonrisa).
En la siguiente parada subieron dos jóvenes con chupas de cuero, se colocaron lo suficientemente cerca mío para escucharlos; "Si te gusta el sexo anal, ¿eres meticuloso?".
Conseguí no reírme. Después de todo de pequeño me compré las famosas gafas que según su publicidad eran de rayos X y permitían ver a las tías desnudas.
En mi descargo diré que solo me compre cuatro.
La primera para ver si funcionaban, las otras tres para saber si me las habían vendido estropeadas.
...Y entonces entró. La mujer mayor con bastón y un peinado que parecía un nido de cigüeñas. Miro a todo el mundo que permanecía sentado. Nadie parecía dispuesto a cederle asiento. En voz muy alta dijo: "¡No hay vergüenza!".
"Lo que no hay es sitio" le soltó el muchacho del pelo imposible.
Aquí fue donde no pude aguantar la risa.
Es evidente que tengo que subir más en el autobús.